lunes, 2 de agosto de 2010

EL MAESTRO


“El más alto cargo que un ciudadano puede desempeñar en una democracia es el de maestro de escuela”

Sabias palabras de aquel insigne maestro peruano, el gran don José Antonio Encinas Franco, quien ha calado de una manera positiva de quien escribe estas líneas y de seguro, de quienes hayan tenido la oportunidad de leer su obra “Un ensayo de escuela nueva en el Perú”; teniendo al maestro como el elemento importante para que una sociedad como la nuestra, pueda salir del hoyo oscuro en que se encuentra.
Encinas nos relata que poca o ninguna importancia se daba a la formación de maestros en su tiempo, lamentablemente ha pasado casi un siglo de aquel pensamiento que impregnó en su obra y el panorama no ha mejorado mucho.
Actualmente la formación de un maestro en nuestro país casi no importa al Estado, que a través de “programas educativos”, ha puesto una mordaza que adormece todo tipo de enseñanza, tanto al elemento formador como al que está siendo formado.
Pero el problema no radica solo en ese aspecto; es el maestro e formación que debe cambiar esta visión negativa generalizada en la sociedad; somos nosotros (para hacerlo este problema propio) quienes debemos preocuparnos por nuestra preparación, nuestro desarrollo; tanto a nivel académico como personal.
La sociedad; a la cual Encinas la define como aquella que olvida la difícil y delicada tarea que incumbe al maestro en la formación de una nueva generación de estudiantes y ciudadanos, no hace más que confirmar el desinterés generalizado por una profesión tan difícil y sacrificada pero a la vez marginada, como lo es, el ser un maestro.
Tomemos como punto de partida el pensamiento de Encinas y tratemos de anexarla al nuestro, para así; poder tener una visión distinta de nuestra labor que está en nuestras manos, en nuestros pensamientos.
El maestro debe ser un líder. Pero no cualquier tipo de líder; no aquel que se deje manipular, no aquel seudo líder que al primer problema abandone sus principio; esos “tipos” de líderes abundan en el país y no hace falta. Lo que el Perú necesita son maestros líderes que tengan iniciativa, que sean pioneros, tengan una visión de superación ante las adversidades y sean modelos dentro de una sociedad indiferente; sólo así se podrá formar una nueva base y por ende, lo que se construya en él, será positivo para nuestro entorno.
Un maestro al poseer cualidades, debe entender que el campo en el cual se desarrolla, no es un campo mecanizado, estático; es por el contrario, un campo cambiante, de pensamientos distintos por naturaleza. Por ello, Encinas remarca que, para el maestro es indispensable conocer la psicología del estudiante y por ellos la Psicología práctica y experimental, la cual abarca tres etapas, que se pueden definir como: la edad pre escolar, práctica con los niños normales y anormales y una psicología experimental a base de laboratorio ( los llamados test mentales), con el fin de tener una estrecha relación con el desarrollo del niño y poder ser agente partícipe de los cambios que surjan en él.
Es de vital importancia, que un maestro conozca la historia de su país y conforme a sus enseñanzas, poder colaborar en la solución de cuestiones de problemática nacional. Un maestro indiferente a lo que pasa a su alrededor, se convierte solo en un transmisor mecanizado, y pierde su principal labor: ser agente de cambio en el pensamiento. El maestro debe sentirse identificado con lo acontecido en su país, siendo consciente que lo que se suscita en la sociedad, también le afecta a él; y debe ser el informante en un aula de clase.
Ahora bien, el aula, como nos relata Encinas, que era vista como una sala de tortura por parte de los estudiantes, debe convertirse en una especie de un amplio anfiteatro, donde todos interactúen y se desenvuelvan en un ambiente armonioso y crítico; sin temor a expresas sus diversos puntos de vista y desterrar por completo la imagen de verdugo que se tiene del maestro. Por ello, el maestro ha de convertirse en el amigo y camarada, debe inspirar en el estudiante respeto y confianza, con el fin de alcanzar un desarrollo óptimo tanto por parte del alumno como el suyo.
Esta manera de concebir el rol del maestro también implica que debe dejar de ser un simple transmisor de contenidos, que repite una y otra vez cosas ya dicha antes, para potencializar su pensamiento creativo y pionero, y poder llegar con facilidad dentro del pensamiento de su alumno. El propósito de un maestro no debe ser tanto, llenar de cantidad o contenidos a su alumno, lo que debe primar en él, es como asimila dichas enseñanzas. Lo que el maestro persigue no es enseñar sino edificar, como lo dice nuestro gran Encinas.
Todo esto que hemos visto, no sería posible si el maestro no tiene una independencia en su trabajo, tanto de orden político como económico. Seamos conscientes que en nuestro país, la profesión que desarrollamos no es muy bien remunerada (salvo algunas excepciones), y que eso impide que el maestro pueda sentirse plenamente satisfecho en el rol que desempeña, pero tampoco esto se convierta en una excusa para no desarrollar cabalmente nuestra función.
Es necesario que desde ya, tomemos conciencia de lo fundamental que es para la sociedad, la labor que vamos a desempeñar, lo que el Estado haga o deje de hacer, no debe influenciar en nuestra consigna de dar lo mejor.
Termino estas líneas acerca del maestro con unas palabras de Encinas:
“El maestro es el camarada de mayor experiencia, que aconseja, guía y sugiere. La clase es un laboratorio, un museo, un taller, donde se experimenta, se observa y se trabaja, ya no es el aula donde pontifica el maestro. Desaparece la tortura de las lecciones y de los exámenes, puesto que no hay enseñanza clasificada, sino utilizada. La mejor lección es un proyecto de trabajo, y el mejor examen, su ejecución”.

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